viernes, 25 de abril de 2014

Avergonzado por mi pecado

Joe Dallas


“Me retracto por lo que dije, y me siento en polvo y ceniza en señal de arrepentimiento.” Job 42:6

En enero de 1984 tuve una crisis de la verdad. Era un cristiano que había recaído en conductas sexuales destructivas, y el conflicto entre mis deseos sexuales y espirituales alcanzó su punto más alto. Ese fue el comienzo de mi recuperación y por extraño que parezca, el momento más oscuro de mi vida.
Tenía que deshacerme de toda la pornografía que poseía, por supuesto. Hice que cortaran mi servicio de cable. Cancelé mis suscripciones de canales eróticos y busqué un lugar para vivir en otra ciudad.
Sólo entonces me di cuenta que había arruinado todo lo bueno que me habían dado. Al caer en mis pecados, abandoné un ministerio fructífero, una familia amorosa, un gran potencial y todo perdido de una manera vergonzosa. Y cuanto más pensaba en eso, más me hundía en un abismo de disgusto conmigo mismo. Al pasar los días empecé a dormir, y luego me despertaba horrorizado de mí mismo, recordando lo que había hecho, cada vez veía las cosas desde una perspectiva terrible. Lloré revolcándome en la cama con un ataque de llanto y gemidos.
Como parte de mi ‘penitencia’, llamé a todos mis viejos amigos para disculparme y decirles que estaba arrepentido. Sólo pude encontrar a unos pocos, pero uno de ellos permanentemente interrumpió el ciclo de “me odio a mí mismo” en el cual me había metido.
Cuando lo tuve al teléfono y le conté lo que estaba pasando conmigo, rompí una pared y comencé a desbordar la culpa, el estado miserable en que me encontraba y el temor de que ya no había futuro para mí.
Bueno Joe, me dijo, si golpeándote la cabeza contra la pared vas a edificar el Cuerpo de Cristo, por favor, síguelo haciendo.
Pero si no, ¿crees que toda esta energía que estás poniendo en la autocompasión podría usarse en hacer algo útil con lo que te queda de vida?
Eso me calló completamente. Él continuó diciendo, “y quién sabe si algún día, después de pasar por todo esto, es probable que hayas aprendido algo digno de compartir con otros.”
Me había estado ahogando en la vergüenza, tratando de superarme a mí mismo, pero sin lograr nada que valiera la pena en el proceso. Decidí esa noche encontrar algo y hacer algo más útil con mi dolor. Y por extraño que parezca, ese dolor me dirigió a pedir ayuda en consejería, y luego a un deseo de convertirme en consejero capacitado, y finalmente en la oportunidad de trabajar con cientos de otros hombres que había cometido errores muy similares a los míos.

Arrepiéntete de tus pecados, en todo el sentido de la palabra. Pero no te revuelques en la vergüenza. Mejor ora poderosamente para considerar cómo Dios puede convertir sus peores fracasos en oportunidades útiles.
Solamente sorpréndete por el genio escondido detrás de la herida.

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